Los jóvenes están sobrecualificados. Es agradable de oir porque externaliza la responsabilidad. Yo estudié, ahora quiero mi queso. Ése es el mensaje implícito. ¿Dónde está mi trabajo fijo? ¿Dónde mi vida gratis por la cara?
Probemos a darle la vuelta al argumento: no es que tus jóvenes estén sobrecualificados, ni infraremunerados, ni todas esas mentiras complacientes. Y, ¿si la realidad fuera otra? Porque el ingeniero en paro está en paro porque el tejido industrial no es capaz de absorberlo e incorporarlo.
Sin entrar en matices nada desdeñables como para qué dices estar sobrecualificado. ¿Para crear tu propio empleo? Eso imagino que no, porque de lo contrario, ya lo habrías creado. ¿Para llevar a cabo tareas no repetitivas que requieran soluciones creativas y/o innovadoras?
Por último, un tejido industrial que sólo incorpora mano de obra genérica, para tareas no cualificadas (o pobremente cualificadas), es un tejido industrial subdesarrollado. Ahora bien, es muy difícil aguantar en pie frente a esa realidad. Mola mucho más negar este enfoque, insistir en el mito de la sobrecualificación y, por supuesto, reclamar un status quo inmovilizante.
Todo ello ante la estúpida esperanza de que la inacción podrá detener el derrumbe.
[Lo más divertido es que el enlace a la Voz de Galicia lo encontré ad hoc, buscando referencias antiguas al tema… encontré que esta semana no se ha hablado de otra cosa en esos diarios que no leo regularmente. Hay temas que son asquerosamente previsibles.]