Jugué al ajedrez desde pequeño; el mérito es de mi padre. Aprendí a deslizar las fichas entre los escaques antes incluso de aprender a escribir. En aquella época toda la atención era para los duelos entre Karpov y Kasparov, con el primero ya en su última etapa y este último dominando la escena mundial con holgura.
Por eso mismo la derrota de Kasparov frente a Deep Blue (IBM) en 1996 causó tanto impacto. No era la primera derrota de un jugador de ajedrez frente a una máquina (para ese momento, yo ya llevaba años perdiendo contra mi propia máquina; esta vez el mérito es mío). Era la primera vez que el derrotado era el mejor jugador del mundo.
A esa derrota la siguió una larga década en la que campeones del mundo y ordenadores intercambiaban piezas, victorias, derrotas y tablas. Así hasta que en 2005 Ruslan Ponomariov, entonces ya ex-campeón mundial de la FIDE, derrotó a una computadora diseñada específicamente para jugar al ajedrez.
Desde entonces, no ha vuelto a suceder. No ha habido un jugador de ajedrez capaz de derrotar a una computadora de alto nivel. Y quizá sea algo que no se repita, aunque ¿quiénes somos para afirmar tal cosa?
[Sí, todo esto porque lo vi en la tira de Xkcd y me apeteció ponerlo por escrito.]