Que esa parte de la población que se autodefine indignada y quiere una completa reformulación del sistema de abajo a arriba jalee la programación de La Sexta mientras esa otra parte de la población que no se autodefine como nada pero tampoco está por la labor de reformular nada en absoluto jalea a Antena 3 sólo es algo absolutamente degustable cuando uno no tiene televisión en casa, y cuando además comprende que ambos grupos de tertulianos (los que trollean en la tele en un sentido u en otro, en cada una de esas dos emisoras) están pagados por la misma cartera (que por cierto es la misma que paga la nómina de quienes hacen el diario La Razón, tan denostado por los mismos que jalean todo lo que sale por La Sexta). Y que Antena 3 ha encontrado la fórmula mágica de la paz eterna orwelliana: decirle a cada uno de esos dos grupos poblacionales lo que quiere oir, sin estar dispuesto a que nada cambie (sopena de arriesgar su status de poder decir a cada uno lo que quiere oir), pues en ello les va la supervivencia como negocio. «Y con las cosas de comer no se juega», que estará pensando el señor Lara.