Todo son críticas a Bunbury, uno de esos personajes a los que uno no para de encontrar aspectos con los que ensañarse, hasta que uno desempolva El espíritu del vino (pasa cada tanto) y siente una suerte de vergüenza torera que le obliga a dejar las críticas de lado, un rato al menos.
Esta foto que cuelga Eva en su blog sobre el lago de Pokhara me lleva directamente a Bendecida. Ah, Héroes… ya hablé de ellos por aquí hace no mucho. No podría resumir la morriña que me sale de repente.
Ah, claro. Aquí esta preciosidad de canción…
Sé que por acá hay algún lector musicófilo, si se percata del detalle interesante en el vídeo que me ha llamado la atención, le apunto una cerveza en su HABER. Si mañana nadie ha dicho nada, desvelo yo mismo el detalle. Pero ustedes habrán perdido una cerveza del tamaño, tipo y etiqueta que hubieran deseado.
(Nota: el detalle parece no ser nada del otro mundo. Soy yo y mi cerebro defectuoso, pero bueno… si alguien es capaz dónde mi cerebro hizo click, la cerveza se la lleva igual xD)
En las últimas semanas algunos amigos hicieron posts de homenaje (merecido) a Nevermind de Nirvana en el vigésimo aniversario de su publicación. Yo podría haber celebrado la publicación de Ten o Facelift, pero sería falsear la realidad, yo no descubrí esos álbumes hasta algo después, mientras que sí disfruté de Nevermind desde el inicio.
Como también desde el principio disfruté otro disco que también cumplió 20 años hace nada (el pasado 2010, de hecho) y del que nadie se acordó: Senderos de traición, de Héroes del Silencio. Y que ese disco no sea recordado quizá indique que envejeció mal, pero me atrevo a decir que es otra cosa: Bunbury se encargó de granjearse tantos enemigos que sus mejores obras, las que publicó con Héroes, duermen ahora un sueño un tanto olvidado.