Esta viñeta que encuentro atribuida a New Yorker (por el estilo del dibujo es más que probable) es sencillamente brillante:
Ooops. Está claro que el hecho de que pasen los días y siga sin estar claro si el ataque contra Sony es cosa de un grupo de hackers o de los servicios de espionaje de un Estado soberano debería hacer temblar al más cauto de nosotros.